
La imagen del sumiller (generalmente hombre) vestido con traje de etiqueta, mandil de cuero, lito almidonado en el antebrazo, catavinos de plata en el pecho, actitud altiva, algo soberbia, distante y de palabrería afrancesada, está llegando a su fin, aunque todavía podemos encontrarlo en restaurantes de hostelería muy clásica dónde su clientela es por tanto clásica y demanda una atención clásica, aunque éstos, por ley de la naturaleza, cada vez serán menos.
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