Hablar de vino es sobre todo, hablar de personas, de sus historias e inquietudes. Es compartir vivencias, anécdotas y experiencias.
Cuando una lleva ya un tiempo en éste mundillo (dicho cariñosamente, porque nos conocemos todos), lo más bonito es poder haber vivido la trayectoria y la evolución casi desde los inicios de algunos productores. Ver cómo sus visiones de futuro y sus sueños, se han ido haciendo realidad, con esfuerzo y aprendizaje constante.
Josep Grau es uno de éstos productores entrañables con los que me he cruzado, y que desde el primer día, me abrió las puertas de su casa, haciéndome sentir como en la mía. Bueno, en realidad, mejor que en la mía.
La casualidad hizo que le conociera cuando llevaba poco tiempo dedicado al 100% a su proyecto de vino. La historia es la siguiente.
Estaba yo comiendo sola en la barra del restaurante Tapas 24 de Carles Abellán, en la época en que no tenías que hacer colas y te encontrabas con gente de Barcelona. Allí trabajaba mi amiga Susana Casanovas, y me gustaba sentarme en la barra y dejarme recomendar por ella. Ese día, hace ya unos cuantos años, estaba sentada a mi lado una chica, ella también estaba comiendo sola. Su cara me resultaba muy conocida. Rebuscando en mi memoria gráfica (que es la que mejor me funciona), la situé un verano en Menorca en casa de una amiga común. Total, que la saludé y sí, era ella. Nos pusimos al día de lo que habíamos hecho en los últimos 10 años.
Hoy, Josep, elabora un vino rosado que lleva su nombre, Regina.
Desde aquel encuentro con Regina, la mujer de Josep, nos hemos ido siguiendo, y sobre todo, hemos ido crecido profesionalmente. Es lo que tienen los años.
Ahora, para sentirte como en casa y rodeada de sus vinos, no hace falta ir a Marçà, con bajar al Born (Barcelona) es suficiente. Tast de vins es el espacio que Josep ha concebido para compartir vinos y mostrar un pedazo de su Montsant en Barcelona.
Me siento igual de cómoda que aquella primera visita a Marçà en época de vendimia, y me alegra muchísimo ver cómo Josep y su familia están construyendo un sueño ilusionante que se bebe en cada uno de sus vinos.
Éste crecimiento y confianza se nota también en la independencia que Josep tiene ahora como elaborador. Sus vinos tienen profundidad, recorrido y personalidad. Son tremendamente coherentes con la manera de ser de Josep, y yo, lo reconozco, bebo sus vinos con total subjetividad. La tranquilidad y sinceridad que siempre me ha transmitido, la encuentro en cada copa de sus vinos.
Acabaré también con una historia preciosa que seguro, ayudará a entender la realidad de Josep Grau como viticultor, humilde y trabajador.
Florens es el nombre de otro de sus vinos, y es también el nombre de su madre.
Resulta que en los años 50, junto a su marido, tuvieron que dejar Calaf, su pueblo natal, para conseguirse un futuro mejor en Barcelona. Florens era una mujer de campo, le gustaba vivir en el pueblo, cocinar en su amplia cocina, tener su huerto y disfrutar de sus animales. Le costaba muchísimo hacerse a la idea de tener que trasladarse a un piso en la ciudad, tener que cocinar en una espacio muy pequeño y no poder escuchar el canto de los pájaros. Por eso, le dijo a su marido que se iba a la ciudad con la condición de llevarse un pájaro en una jaula.
Al padre de Josep no le gustaba la idea de tener al pobre animal encerrado en una jaula colgada de la pared de la cocina, pero accedió con otra condición, que cuando muriera el pájaro, ya no habría otro. Y así lo acordaron los dos.
Pasaban los años y el pájaro nunca moría. Cuando Florens veía que el pájaro ya estaba viejecito, se iba a la tienda de animales y lo cambiaba por uno joven. Esa era su manera de sentirse cerca de su pueblo.
El padre de Josep, que pisaba la cocina un par de veces al año, se extrañaba de que “pájaro” siguiera vivo después de tantos años, y decía «no sabia que los pájaros vieran tanto tiempo».
Cada etiqueta de los vinos de Josep, tiene una historia que contar. Acércate a su Tast de vins y que te las cuente él mismo.